domingo, 13 de mayo de 2012

Arany János: Toldi -- negyedik ének

János Arany: Toldi

Cuarto canto

1
Cómo un ciervo macho, herido por un cazador con una flecha
Corre en el bosque oscuro con sus dolores molestos,

Corre hacia el agua aliviante de una fuente fría,
Y a ponerse hierbas curadoras en sus heridas;
  Ay pero la torrentera de la fuente está seca,
Y no encuentra las hierbas,
Todas las ramas lo desgarraron, las espinas lo destrozaron,
Así que ahora está más débil el pobrecito:

2
Así caminaba Nicolás, con la tristeza en el cuello,
Cuyas espuelas se hundían en su cuerpo,
Y cómo un caballo prisionero en una cuadra que está quemando,
Su corazón se agitaba de esta manera.
  Se esconde cerca del riachuelo y en el cañar,
No hay ningún lugar en el mundo donde podría dormir.
En vano busca la soledad,
Porque no encuentra medicina para su alma enferma.

3
Y cómo un lobo perseguido por un pastor,
Se echó en un cañar seco:
Allá cada y una caña murmuraba:
En el grande mundo no hay nadie más sólo que él.
  Los bustos de caña fueron su cama, un mechón su almohada,
Su casa estaba cubierta con el cielo azul de Dios,
Hasta que la noche oscura lo puso bajo sus alas,
Y puso una tienda de lona negra sobre él.

4
Después el dulce sueño, en forma de mariposa
Voló por allá en su bata colorida,
Pero no se atrevió a volar en sus ojos por mucho tiempo,
Casi hasta la hora del amanecer rojo.
  Porque tenía miedo de los zancudos, y de las cañas pinchantes,
Más de los venados del cañar,
Le daba miedo el ruido lejano de los perseguidores,
Pero lo más miedo se lo daba el grande problema de Toldi.

5

Sin embargo al amanecer,
Cuando los zancudos se callaron y ya no se escuchaba el rumor,
Entonces se introdujo furtivamente en la cabeza del muchacho,
Y extendió las alas en sus ojos;
  Le besó miel de sueño en los labios,
Que había colectado por la noche de flores de ababa;
Miel mágico, así qué por su dulzura,
La saliva se rebosó de la boca de Toldi.

6
Pero el hambre molesta se puso celosa hasta de eso,
A las tres de la mañana lo despertó en seguida,
Y fue convenciéndolo y obligándolo,
Hasta que caminó por toda la pradera;
  Buscó los nidos de los pájaros de la pradera,
De rascones, patos, avefrías, gaviotas,
Destrozó y saqueó sus casas,
Quitó su hambre con sus huevos colorados.
7
Habiéndose quitado el hambre y la sed con los huevos,
Estaba muy preocupado por los planes del futuro:
¿A dónde ir? ¿Qué hacer? ¡Dios mío!
Su alma calentada no tiene a donde ir.
  Porque pudiera irse y esconderse fácilmente,
Si su madre no estuviera antes de él:
Ay, pero al no escuchar sus noticias,
Se le rajaría el corazón a su madre.
8
Así andó perdido por tres días,
El tercer día las cañas se movieron detrás de él,
Pensaba que fuera un lobo, su brazo ni se movió,
Porqué vio que a él sólo su hermano le molestaba.
  Pero era Benedicto, su viejo servidor fiel,
Mandado por su madre, para buscarlo,
Quién se le echó al cuello, llorando,
Y al rato eso le dijo a Nicolás:
9
"Ay! qué bueno que ya te encontré,
Desde tres días te estaba buscando por todos lados;
Ya te busqué en toda la pradera enorme,
Nunca pensaba de verte hoy.
  ¿Cómo estás, mi buen amigo? ¿No te moriste de hambre?
¿No te comieron los animales en esta pradera salvaje?
He aquí mi mochila, tómala y come bien! Mira!
Adentro hay carne asada, pan blanco y una cantimplora de vino."
10
Así el servo fiel se borró los ojos en sus puños,
Y borró los puños en su bata raída,
Se arrodilló en la tierra, y puso su mochila abajo,
Sacó todo lo qué estaba dentro.
  También aparó la mesa, así de repente,
Con la mochila vacía y su botana,
Puso en ella el pan, la cantimplora y la carne,
Y adornó todo con dos manzanas.
11
Sacó su navaja, con una estrella,
Y lo ofreció a su señor más joven,
Toldi cortó el pan con el buen cuchillo,
Y tragó con gusto la carne con el pan.
  ¡Y con que alegría le miraba
Benedicto, el servo fiel!
Le gustaba más de que si hubiera comido él mismo;
Cómo si comiera él también, así se movía su boca,
A veces en sus ojos se cuajaba una lágrima.
12
Después de que Nicolás se quitó el hambre,
Benedicto abrió la cantimplora:
Aquella gritó y echó sangre
En la mano del viejo siervo.
  Él brindó a la salud de su señor,
Y echó unos tragos cerca de su lengua,
Y mientras se lo entregaba al muchacho con la mano derecha,
Se limpió la boca con la camisa.
13
Y el vino le dio buen humor al viejo,
¡Cómo se le abrió el corazón y se le soltó la lengua!
Comenzó a hablar del abuelo de Nicolás,
(De niño fue su chicotero);
  Después empezó a hablar de su padre y madre,

Del hermano Jorge, y al final de él mismo,
Y tal vez continuaría a echar palabras hasta el fin del mundo,
Si Nicolás no hubiera tristemente empezado a decir:
14
"¡Ay! ¡Cuánto me molesta ahora escucharte!
Deja, por favor, deja esta charla doliente.
Otras veces, quebrando maíz cerca del fuego,
La habría escuchado hasta el día del juicio.
  ¡Cuantas veces contaste la valentía de mi padre!
Cada velada duraba casi hasta la medianoche;
¡Y cuanto me tardaba en dormirme después!
Ni por la madrugada podía cerrar mis ojos.


15
"Lo que una vez había ya no está: lo que era bueno ya pasó;
Ya escriben con otra pluma; mi suerte se puso mal;
Me volví en asesino, ahora soy fugitivo,
Ay, ¿quién sabe cuándo mi destino se pondrá bueno?
  Pero creo en Dios, nunca deja a los abandonados,
Ya que es sus padre cuidador;
A lo mejor mi sangre hasta limpiará mi nombre perdido,
Que mi buen querido hermano me echó en la cabeza.

16
"Siento en mi mismo, que no nací
Para vivir aquí entre juncos cómo una rana;
Ni fui creado para ser sirviente o campesino,
O portar heno para otros.
  Ya sólo espero que anochezca,
La gente se vaya a casa de los campos,
Y entonces me pongo a caminar por el país,
Ni el viento llevará noticias mías."

17
Benedicto se puso muy triste por esta charla,
Se compadecía de su señorito, que se fuera a errar,
Se quedó callado por mucho tiempo, luego se puse a llorar,
Escribiendo cruces en sus chalalas con las uñas.
  Al final habló, y se le rogó,
Que Nicolás no se enojara por eso:
Pero a él esta idea le parecía una locura,
De ponerse así de repente al errar.

18
"Lo ves mi buen señorito: pronto el señor Jorge,
Dentro de tres o cuatro días volverá a Buda:
Entonces, lo que pasó, se va a olvidar,
Tu vas a ser el padrón de todos los alrededores.
  ¿Nos dejarías aquí, a los muchos honrados criados,
Quienes te amamos cómo a nuestro hijo?

¿Dejarías de acosar a los bueyes Bimbó y Lombár
Que son mejores de los bueyes de siete ferias?

19
"¿Dejarías aquí tus muchas queridas diversiones?
¿Quién levantaría dos sacos juntos en el molino?
¿Quién pusiera las piedras de molino en sus brazos,
Para asombrar a los muchachos molineros?
  No te vayas, querido joven, ay, no te vayas lejos,
Para entristecer a todo Nagyfalu;
¡Ay! No dejes aquí bribonamente la vieja casa Toldi,
No eches a tu buena madre a la tumba."

20
Así imploró él, pero eso no le interesaba a Nicolás,
Que sacudía su cabeza al no estar de acuerdo;
Sin embargo, al mencionar a su madre al final,
Le arrolló una piedra en el corazón al muchacho.
  No respondió por mucho tiempo, a las palabras de Benedicto,
Sólo se quedó a mirar suspirando las cañas murmujantes,
Y por mucho mirar las cañas murmujantes,
Una gran lagrima caliente se le puso en la pestaña.

21
Y cómo si se secara el sudor de la cara,
Borró la molesta lagrima en la palma de su mano:
La lagrima fluyó en tierra por su dedillo,
Y él le habló así a Benedicto:
  "Dile querido Benedicto eso, a mi madre:
El destino de su hijo ahora se puso mal:
No lo va a ver por un tiempo, ni va a escuchar de él;
Van a enterrar su fama, cómo si se hubiera muerto.

22
"Pero no muere en verdad, sólo muere,
Cómo alguien que se esconde muy profundamente,
Y cuando se despierta después de un rato,
Se van a escuchar maravillas suyas.
  Va aun a escuchar mis noticias tan maravillosas,
Que hasta un bebé se asombraría al oírlas:
Entonces el alma de mi madre va a ser feliz de las noticias,
Sólo no se le quebrante el corazón por la grande felicidad."

23
Eso mandó decir Nicolás. Entonces el sirviente fiel,
Puso la cantimplora vacía en su mochila;
Borró bien su chaira con la estrella,
Dobló el pañuelo del tocino,
  Luego se puso la mochila en un hombro,
Se despidió y se puso a caminar,
Quería irse sí y no, a menudo se miraba por atrás,
Al final desapareció entre las cañas quebradas.