jueves, 29 de marzo de 2012

Arany János: Toldi -- harmadik ének

János Arany: Toldi

Tercero canto

1

En la antigua casa, nadie está triste.
Están ocupados bebiendo y comiendo.

Los soldados del buen Jorge Toldi se levantaron,
Y se pusieron a jugar con palos.
En sus venas se debatían sangre joven y vino viejo,
El dardo de madera rodeaba alegremente en sus manos derechas;
Todos tomaban parte, riendo en voz alta,
Y su humor estaba tan bueno, cómo un caballito salvaje.

2

Jorge Toldi, habiendo comido a más no poder,
Se echó en un sillón, el señorote.
Y desde bajo el albañal miraba
Cómo estaban jugando sus soldados traviesos;
Después, al ver a su hermano Nicolás
Sentado sólo y muy triste en la extremidad del campo,
Se encendió el instinto sucio de su alma,
E incitó a sus muchachos con estas palabras:

3

¡Miren chicos! Allá está sentada una avetarda sola,
Puso su nariz bajo sus alas en su tristeza;
¿Se está sólo escondiendo, o ya murió? ¡A ver, si se pone a volar!
¡Hay qué golpear la empalizada alrededor de él!

4

Cómo si echaran un conejo entre los perros,
Los chicos salvajes se encendieron por la charla.
Resonó la empalizada de planchas, atrás de Nicolás,
Qué estaba entristecido por el fiasco.
Porque es fácil de entender, no sólo con la inteligencia,
Sino también con el puño, y agarrarlo con mano,
Qué todos estos malos chistes sólo a él lo molestan,
Y a veces ni están lejos de su cabeza.

5

Toldi aguanta, pero no con paz;
Lucha con la rabia rebelde de su alma;
Después se convence, y padece con desdén
Que los sirvientes se burlen de él.
Porque esta gente no sería más que una fresa para su rabia,
Por su brazo vengador caerían,
Cómo por el brazo de Sansón, de quién está escrito
Que pegó a muerte a mil descreídos con un hueso maxilar.

6

Aguantaba Nicolás, aguantaba mientras podía,
Su venganza era no tomárselo a pecho;
Fingía de ni darse cuenta,
Ni movió las orejas al gran golpear.
Pero cuando un dardo alcanzó el hueso de su hombro,
Se enojó por eso tremendamente,
Y agarró el pedazo de piedra de molino, en lo que estaba sentado,
Y lo echó entre la gente fastidiosa de Jorge Toldi.

7

Vuela la piedra pesada: quién sabe, ¿dónde se para?
Quién sabe, ¿dónde se para, y a quién cómo lo encuentra?
¡Corre si puedes, Nicolás! ¡Tu cabeza está bajo el mandoble!
¡Ni el agua va a lavarte el nombre de asesino!
Errarás, vagarás lejos de la casa paterna,
Cómo un macho echado del rebaño:
Que con su remolón hirió otro a muerte,
Y por eso los otros lo echaron.

8

Voló la grande piedra, y dónde bajó,
Allá hubo la terrible muerte de un soldado noble:
Su cuerpo se desmoronó cómo en un apretador,
Y de la carne rota corrió aceite de sangre.
La tierra empolvada chupó su sangre ávidamente,
Sus dos ojos se cubrieron por una niebla mortal.
Y lo peor era, que todos sus compañeros estaban tristes por él,
Sólo no estaba triste quién lo mató.

9

Y Jorge se enfadó inmensamente,
Por estar muy triste por su soldado servidor.
De otra parte, estaba feliz que su hermano fuera asesino,
Pues así le sería fácil perderle.
Ahora la cinta de la ley y justicia
Cubre su intento astuto, cuyo camino es curvo.
Y para arruinar a su hermano con la ayuda de juez,
Hay qué arrestarlo súbito, es este su comando duro.

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